Nigro, Adolfo

Adolfo Nigro nació el 22 de septiembre de 1942, en Rosario.

Hijo de una familia obrera, emigró a Buenos Aires a principio de la década del 50. Estudió en la ENBAMB y en la ESBAPP. Durante esa época de formación, sus maestros más importantes fueron Aurelio Macchi, Diana Chalukián, Héctor Nieto, Antonio Pujía y, principalmente, Víctor Magariños, quien lo guió en la comprensión de la pintura moderna.

Sus primeras pinturas datan de 1957. Fueron realizadas con óleo y témpera, basadas en una figuración de planteos heterogéneos, oscilante entre resultantes realistas y soluciones sintéticas configuradas con manchas o líneas. En esos trabajos se vislumbran dos pilares característicos de su producción: la percepción del mundo real como punto de partida en la conformación de la imagen, y el empleo de los conceptos de totalidad y fragmento.

En 1966 se radicó en Montevideo. Allí realizó su primera exposición individual en la Galería U, junto con el pintor argentino Ernesto Drangosch. Además, inició un intenso período de formación en el taller del maestro Joaquín Torres García.

Por entonces, el dibujo a lápiz y pincel fueron las formas privilegiadas de producción. También realizó pinturas al óleo que gradualmente perdieron el carácter realista bajo las influencias del cubismo analítico de Pablo Picasso y Georges Braque.

Considerando las bases del realismo conceptual de Fernand Léger, el artista comenzó a visualizar el aspecto concreto de las cosas. Esa vía lo condujo hacia la simplificación de caracteres y la consecuente geometrización de la imagen.

A principio de los 70 dejó de pintar para dedicarse a la cerámica y al tapiz. A partir de esas modalidades se desvió del realismo para poner énfasis en las connotaciones simbólicas de vida, luz solar y eternidad, los cuales remiten directamente al arte precolombino.

En 1974 regresó a Buenos Aires y se dedicó de lleno a la pintura, comenzando a frecuentar en sus producciones el tema de la ciudad. Desde 1977 emprendió la realización de distintas series temáticas, siendo la tierra un tópico fundamental hasta 1980.

En 1982 se produjeron importantes cambios vinculados con el ámbito del objeto y el transcurrir temporal. Esas obras registran la sensibilidad de Nigro respecto del paso del tiempo y la precariedad de las cosas que conforman la realidad dura y asfixiante del país.

Con Ritmos de mar, el autor obtuvo el Premio Trabucco, otorgado por la ANBA en 1994. Esta obra integra el conjunto de trabajos relativos al tema del agua. Como en la mayoría de las piezas de ese período, las formas adquieren monumentalidad y esencialidad geométrica. Las mismas se hallan recortadas por líneas marcadas, cristalizando la estructura compositiva. Se trata de una imagen dinámica, plena en contrastes resueltos en torno a la compensación de pesos visuales.

Al finalizar los años 90 Nigro continuó indagando en las temáticas del aire, el agua y la tierra. Tres de los cuatro elementos que ha tomado del filósofo francés Gastón Bachelard.

Al comienzo de la década siguiente desarrolló una serie de collages de colores saturados, inclinándose por la integración de elementos cotidianos como cucharas, cajas de fósforos y alfileres. La utilización del signo geométrico como recurso continuó siendo una constante en esos trabajos que revelan la vinculación del artista con las culturas precolombinas.

Hizo exposiciones en Montevideo, Santiago de Chile, Buenos Aires, La Plata, Rosario, Madrid, La Habana, México, Nueva York y Miami.

Entre las menciones, se destacan: Segundo Premio, LXXVI Salón Nacional de Artes Plásticas 1988, Primer Premio, XXIV Salón Nacional de Grabado y Dibujo 1988, Gran premio de Honor, LXXVIII Salón Nacional de Artes Plásticas 1989, Primera Mención, II Bienal Chandón, MAMBA 1989 y, Premio Trabucco, ANBA 1994.

Vive y trabaja en Buenos Aires.